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Museo y Biblioteca Casa del Acuerdo

Corriendo el manto de neblinas

Viernes por la noche. La sala de lectura, acondicionada para la ocasión, comienza a llenarse de gente. Todos esperan por Julio, un marplatense que a fuerza de tesón ha logrado llevar adelante con la Fundación “No me olvides” la identificación de 121 soldados caídos en la Guerra de Malvinas.

El público presente es bastante ecléctico y va desde estudiantes de pelo rosado, hasta militares de uniforme. Todos quieren escuchar la historia y así se disponen. Julio es presentado por la Lic. Paola Rosso Ponce, flamante directora de la Casa del Acuerdo, quien además presenta a los periodistas nicoleños que acompañarán con sus preguntas el conversatorio sobre Malvinas y la presentación del Proyecto ADN.

Curar el dolor

A los 19 años, Julio fue uno de los jóvenes que se encontraron en medio de un conflicto bélico al sur del mundo. En 1982, y por decisión de un gobierno de facto que intentaba desesperadamente mantener un poder que ya no tenía, Argentina se embarcó en una guerra imposible contra Inglaterra, una de las grandes potencias mundiales. Un mosquito contra un elefante, luchando en las frías aguas del Atlántico Sur.

Siguieron años de silencio y desmalvinización, cientos de sobrevivientes de la guerra acabaron con sus vidas, muchos aún hoy, a más de treinta y siete años del conflicto, tienen graves secuelas psicológicas y físicas a causa de los días en Malvinas.

Julio volvió a las islas en 2008, para cerrar una etapa y terminó sin saberlo, abriendo una nueva, llena de historias. 121 tumbas en el cementerio de Darwin tenían la leyenda “Soldado argentino solo conocido por Dios”. Esa leyenda caló hondo en el corazón del marplatense y decidió volver a luchar, esta vez por la devolución de la identidad de cada uno de esos soldados. Hoy, once años después, solo quedan diez cuerpos por identificar.

Un año después de este viaje iniciático, el camino de Aro se cruzó con el de Geoffrey Cardozo, quien fue el encargado de brindarle datos fundamentales para comenzar con una investigación que se convertiría en faro de su vida y de la creación de la Fundación “No me olvides”.

“El documento que me entregó Cardozo no era secreto, había cuatro en el mundo, no estaba oculto, sino que nadie se calentó en devolverle la identidad a nadie. A veces cuesta creerlo o decirlo, pero Malvinas le importa a muy poca gente. Nos acordamos mucho el 2 de abril y al día siguiente nos olvidamos. Hoy le pedimos al Estado un listado de nuestros muertos y no hay, no hay una ficha odontológica, una ficha médica, no hay, por eso nuestro trabajo es artesanal, uno por uno. Nos hemos pelado el lomo y lo volvería a hacer un millón de veces más”, detalló Julio ante los presentes.

Un trabajo por la paz

La Fundación trabaja en conjunto con la Cruz Roja Internacional y el Equipo Argentino de Antropología Forense, quienes han logrado la identificación de la gran mayoría de los cuerpos, quedando diez aún sin identificar, ni tener datos sobre posibles familiares. El circuito de charlas en escuelas, instituciones y el trabajo en redes busca acercar esta historia a la mayor cantidad de gente posible para poder contactar a las familias de estos soldados sin identificar, quienes esperan su identidad en el helado cementerio de Darwin.

Por esta labor, el Consejo Superior de la Universidad Nacional de Mar del Plata encomendó al Rector Cdor. Alfredo Lazzeretti llevar a cabo la postulación de Julio Aro y Geoffrey Cardozo al premio Nobel de la Paz, postulación aceptada por el Comité Noruego de selección.

“No sé cuánto me queda en el carretel de mi vida, pero en el de nuestros hijos estoy seguro que tienen mucho para contar, ellos tienen la página en blanco y la tienen que escribir entendiendo que pensar distinto también es válido. Eso hay que comunicarle a nuestros chicos, eso es lo que tienen que entender, que las Malvinas fueron, son y serán argentinas, pero no por la guerra sino por la paz”.

Al finalizar la charla, los presentes pudieron acercarse al mármol de una de las tumbas que antes señalaban al soldado desconocido y a una de las rosas de la paz, realizada por el orfebre Juan Carlos Pallarols con balas argentinas e inglesas y de la cual hay solo cuatro ejemplares, uno para Julio que la lleva consigo en sus viajes por el país. “Esta rosa está hecha con balas argentinas y balas inglesas, donde queda demostrado que todo el terror y el horror de una bala que mata y destruye, se puede transformar en algo tan bello como una rosa. Nuestra fundación quiere tener en las manos olor a rosas, no olor a pólvora.”