Hoy, hace 173 años, en esta casa, se firmaba el Acuerdo de San Nicolás, que resultó determinante para la organización de la República Argentina. Mucho más que un acto político, fue el resultado de décadas en las que las provincias ensayaron distintas formas de unión, en una sola entidad política, que respetara sus soberanías. Durante el segundo mandato de Juan Manuel de Rosas como gobernador de Buenos Aires, se produjo una paulatina concentración de poder en su figura, lo que generó mucha oposición. Esas tensiones se revelaron en 1851 en el Pronunciamiento de Justo José de Urquiza y, posteriormente, en la batalla de Caseros que este último impulsó y que supuso la derrota del rosismo.
Fue entonces, en este nuevo escenario, que el Acuerdo de San Nicolás se convirtió en un gesto fundacional. Reunidos en esta casa, los gobernadores concluyeron que el único camino posible era el de la organización nacional bajo un régimen federal distinto al confederal vigente hasta entonces. De esta manera, el Acuerdo dio protagonismo a los gobernadores como representantes legítimos de los pueblos y reafirmó la necesidad de una organización nacional basada en el respeto por las soberanías provinciales. El Acuerdo retomó las bases del Pacto Federal de 1831, delegó en Justo José de Urquiza la conducción de los asuntos exteriores y lo designó Director Provisorio y, además, convocó a un Congreso Constituyente en Santa Fe, que finalmente sancionó la Constitución en mayo de 1853.
El camino, como sabemos, no fue sencillo. En poco más de un año desde Caseros se sucedieron grandes desafíos, mientras Buenos Aires rechazó el Acuerdo y se separó temporalmente del resto de las provincias. Pese a ello, el Acuerdo trazó la dirección de los primeros pasos de una Argentina posible, no exenta de tensiones, pero decidida a fundar un orden común. Hoy, al conmemorarlo, no solo evocamos una firma sino que celebramos una apuesta colectiva. Nos convoca una efeméride que, como muchas otras aunque con un potencial muy particular, pertenece al pasado pero interpela con fuerza el presente y el porvenir de nuestro país.
El Acuerdo supuso así un avance institucional y puso en relieve valores que siguen siendo esenciales: la búsqueda de consensos, el respeto por las autonomías provinciales, y la convicción de que el Estado se construye con la voz y la voluntad de sus pueblos. Este aniversario se convierte entonces en una oportunidad para renovar nuestro compromiso con esos valores y en un ejercicio de memoria activa. Que recordar sea también asumir la responsabilidad del presente. Porque los cimientos y acuerdos de nuestra vida institucional y experiencia como comunidad sociopolítica no se forjaron ni se forjan en la abstracción. Sino en diálogos y construcciones colectivas que se benefician de un sentido histórico, dinámico y plural.
Giuliana Nicolini, Valentina Ayolo y Ana Laura Lanteri
Integrantes de CONICET / CEHis-INHUS- Universidad Nacional de Mar del Plata.